Escriben: Paulo Vilca y Mauricio Zavaleta


En 1995, Ricardo Belmont y Luis Cáceres Velásquez fracasaron en sus aspiraciones presidenciales de manera rotunda. Sus candidaturas fueron arrasadas por la segunda arremetida del tsunami Fujimori. Acaso por eso pasó desapercibido que era la primera vez que dos alcaldes provinciales de Lima y Arequipa se enfrentaban en una contienda presidencial. Hermanados en la aspiración de dar el salto a lo nacional, ambos candidatos representaban formas distintas de hacer política. Belmont abrió la puerta a los outsiders con su aplastante victoria en Lima en 1989, mientras Cáceres era miembro de la familia política más importante del sur del país y uno de los principales líderes del partido de más clara base regional del siglo XX peruano.

Fundado en 1968 en la Plaza San Martín de Lima (punto de encuentro de lo que llamaron la “Gran Marcha de los Chullos”) el Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos (Frenatraca o FNTC) fue el vehículo político de la dinastía Cáceres; pero no solo eso: durante al menos tres décadas fue una fuerza política fundamental en el sur del país. Su bastión principal fue la ciudad de Juliaca, de la cual fueron alcaldes dos de los hermanos (Luis en tres oportunidades y Pedro en una), y desde allí expandieron su influencia ganando municipios en Puno, Cusco, Arequipa y Moquegua. El hito de esta estrategia fue la primera elección de Luis como alcalde de Arequipa en 1986 (luego reelecto en 1989), desplazando a las tradicionales figuras políticas de esa ciudad.

La ruta trazada por Luis Cáceres era clara: Juliaca – Arequipa – Lima, con destino final Palacio de Gobierno. Se quedó a mitad del camino. Obtuvo el segundo lugar en las elecciones de 1993 en Lima Metropolitana a 12 puntos de distancia de Ricardo Belmont, quien fuera reelecto. A pesar de la derrota en Lima, esa fue la elección municipal más exitosa del FNTC: ganó 11 provincias y 90 distritos a nivel nacional. Un año antes, Roger – el mayor de los hermanos – y Pedro habían sido electos congresistas constituyentes. Con mayor visibilidad a nivel nacional, Roger Cáceres ganó todas las elecciones parlamentarias convocadas en el país entre 1956 y 1995 (primero como diputado y luego como senador), convirtiéndose en el parlamentario de más larga trayectoria en América Latina. Pedro hizo lo propio entre 1978 y 1993, y terminó su carrea política como el último alcalde Cáceres Velásquez de Juliaca hacia fines de los noventa. Roger Cáceres Pérez – hijo de Luis – fue electo alcalde de Arequipa en 1995 y congresista, junto a su padre, el año 2000.

Aunque fueron una rara avis en la política peruana, poco se ha escrito sobre los Kennedy del altiplano (apelativo que se atribuye a Enrique Chirinos Soto) y el escenario que permitió el surgimiento del FNTC. Ante la candidatura (y despegue en las encuestas) de César Acuña, el primer ex alcalde de Trujillo en postular a la presidencia de la República, vale la pena hacer un poco de historia y comparar trayectorias.* Si el FNTC fue el partido regional del siglo XX, Alianza para el Progreso (APP) es lo propio para las primeras décadas del XXI. En La Libertad y luego Lambayeque, APP se ha convertido en la organización política más relevante, y con esa base intenta dar el salto a lo nacional. En efecto, en las elecciones de 2014, la agrupación de los Acuña ganó los gobiernos regionales de ambos departamentos. Las tres provincias que conforman Lambayeque también fueron ganadas por APP y se hicieron de 5 de las 12 provincias de la Libertad. En el nivel distrital, cerca del 50% de los gobiernos locales ganados por la agrupación se ubican en estas dos regiones y Ancash, donde viene cosechando triunfos desde 2010.

Trazado el paralelo ¿es posible encontrar similitudes en el surgimiento de ambas agrupaciones? ¿Las condiciones en Puno de los sesenta se repitieron en La Libertad de los dos mil? ¿Son los Acuña – un candidato a la presidencia (César), dos congresistas (Richard y Virgilio) y un gobernador regional (Humberto) – los nuevos Kennedy de la política peruana? Aquí nos atrevemos a plantear respuestas para las primeras dos preguntas. Aunque sería necesaria una investigación de mayor alcance, argumentamos que ambas organizaciones respondieron a un contexto favorable que incentivó su formación. Por una parte, un nuevo marco institucional de carácter general: los procesos de descentralización política de 1963 y 2002, respectivamente; y dos factores vinculados a la historia política de sus departamentos de origen: el rápido crecimiento urbano (de Juliaca y Trujillo) y la existencia de una división política que incentivó a los Cáceres y a los Acuña a invertir en organización partidaria en los niveles locales.

La ruta juliaqueña: “la política chola”

En 1963, el gobierno de Fernando Belaunde convocó por primera vez a elecciones municipales. Como resultado, en Puno, el Frente Sindical Campesino de los hermanos Cáceres se impuso en cinco de las nueve provincias del departamento (Rénique, 2004:161). Representantes de una nueva clase comerciante de Juliaca, cosechaban el trabajo político realizado desde 1956, cuando Roger fue electo diputado por la Democracia Cristiana. Desde su curul en el congreso, impulsó la creación de escuelas, distritos y la Corporación de Fomento y Promoción Social y Económica de Puno (Corpuno) además de carreteras, centros de salud y otras obras de infraestructura (Diez, 2003:60). “Escuelas, escuelas y más escuelas…” recuerda Roger Cáceres como la demanda principal de los campesinos durante esos años (Rénique, 2004: 160).

El escenario social y político marcado por las demandas de reforma agraria y acceso a la tierra de las comunidades indígenas, daría a los Cáceres una oportunidad organizativa para crear cerca de 1200 sindicatos de trabajadores y campesinos, propiciando el surgimiento de jóvenes líderes y dirigentes con los que luego formarían el FNTC. Aliados de Acción Popular en un primer momento, los hermanos Roger y Néstor (electo diputado en 1963) crearon su propio vehículo electoral luego de que el presidente Belaunde incumpliera la promesa de hacer de Puno una región piloto para la reforma agraria. El símbolo que escogieron no podía ser más significativo: un chullo, representación de la emergencia del sujeto que Bourricaud ya avizoraba una década atrás en el altiplano. El cholo, de origen indígena pero bilingüe, influenciado por los centros urbanos a través de la radio y el camión, vehículo que por primera vez permitió la movilidad constante de las comunidades rurales a las ciudades intermedias (Bourricaud, 2012).

Ubicada en la zona “más densamente comunera del departamento” Juliaca fue un “caso singular de explosión demográfica” en la sierra del Perú (Renique, 2004:159). Entre 1940 y 1963 su población había aumentado en 400% debido a su posicionamiento como centro comercial e industrial del altiplano; y en la década de los ochenta, su PEA manufacturera llegaría a ser porcentualmente superior a la de Lima. Desde la alcaldía provincial de San Román, el FNTC llevó adelante el proceso de modernización de Juliaca que los enfrentó con la élite asentada en la ciudad de Puno, el centro administrativo de la región. Ante esto, los Cáceres fueron hábiles en crear una división política, la cual identificaba a Puno como un obstáculo para el desarrollo de Juliaca y la obtención de fondos gubernamentales (Calsín, 2001: 236-242) además de identificarla como la ciudad de los hacendados, quienes representaban el centralismo regional.

Si el cambio social generó las condiciones para la formación de organizaciones de base, la convocatoria de elecciones municipales y la creciente rivalidad con la capital departamental brindaron el escenario de competencia política. A mediados de los años sesenta, la disputa por los fondos de Corpuno derivó en el enfrentamiento directo entre las autoridades de Puno y Juliaca, a lo que se sumó la controversia por la creación de una sede de la Universidad San Agustín de Arequipa y la construcción del Parque Industrial en esta última ciudad, lo que resultó en una serie de protestas que se extendieron hasta el 4 de noviembre de 1965, cuando la Guardia Republicana reprimió duramente a los manifestantes (causando un número indeterminado de muertos) y la captura de Luis Cáceres – y todo su concejo municipal – por el delito de sedición, convirtiéndose en un hito de la historia política juliaqueña y el símbolo del enfrenamiento con la capital departamental.

En palabras de José Luis Rénique, los sesenta inauguraron la disputa por el liderazgo regional: “hacendados versus comerciantes, Puno versus Juliaca” (2004:159). La rivalidad entre las dos ciudades y el boom económico y demográfico de Juliaca convirtieron a los Cáceres y su partido en actores relevantes durante treinta años en la política del sur del país, ya que – siguiendo el ejemplo de los migrantes puneños – supieron extender sus redes más allá del tradicional hinterland altiplánico. Para ello fue fundamental la democratización de los gobiernos locales, espacio aprovechado por la nueva elite juliaqueña para ingresar a la política regional. Si bien el APRA y Acción Popular tuvieron orígenes regionales claramente definidos, ninguno construyó su base organizativa desde los niveles locales de gobierno como el FNTC, lo que los emparenta con APP de los hermanos Acuña.

La ruta trujillana: “plata como cancha”

Si bien su primera postulación data de 1990, cuando obtuvo un cupo en la lista congresal de Izquierda Socialista, César Acuña ingresó a la política de manera activa el año 2000, cuando fue electo congresista por Solidaridad Nacional. Durante el periodo de duración del efímero congreso inaugurado ese año, Acuña fundó su propio partido, Alianza para el Progreso (nombre inspirado en el programa de desarrollo de la administración Kennedy). Convocadas las elecciones generales de 2001, APP integró la Alianza Unidad Nacional – liderada por el PPC – y Acuña fue reelecto congresista en 2001. Con la presidencia en mente desde el inicio de su incursión política, APP rechazó conformar alianzas en las elecciones del año 2006 y presentó como candidato presidencial a Natale Amprimo, un ex congresista por el partido Somos Perú. César Acuña postuló a la vicepresidencia y encabezó la lista en La Libertad. El objetivo era posicionar la marca partidaria a nivel nacional, preparando el terreno para la candidatura presidencial del líder-fundador. La estrategia fracasó: Amprimo obtuvo menos del 1% de los votos válidos y aunque Acuña fue el congresista más votado por La Libertad, APP no superó el umbral de representación (valla electoral).

Esta derrota obligó a tomar una nueva ruta con destino a Palacio de Gobierno: la vía subnacional. Luego de reinscribir el partido en tiempo record, Acuña decidió ser candidato a la Presidencia Regional de La Libertad (ahora Gobernación), en unas elecciones regionales que por única vez han coincido en el mismo año con la elección nacional. Esta decisión significaba el enfrentamiento directo con el APRA, la fuerza política más importante de la región. Al inscribir su candidatura Acuña afirmaba que “la contienda electoral será un mano a mano entre un partido de años y un partido nuevo que tiene todas las ganas de competir voto a voto”. Meses antes había llamado a conformar un “frente amplio para derrotar al APRA” que agrupara al resto de organización políticas del departamento (Zavaleta, 2014).

Sin embargo, por falta de uno de sus candidatos provinciales, la lista de APP fue tachada, por lo cual Acuña decidió participar como candidato a la Municipalidad Provincial de Trujillo. Ganando las elecciones por un amplio margen, se convirtió en el primer alcalde electo no aprista de la ciudad. En las siguientes elecciones, Acuña volvió a derrotar al APRA en Trujillo y su candidato regional estuvo muy cerca de derrotar al aprista José Murgia, el político que ha ganado más elecciones locales en la historia de La Libertad. En Lambayeque, mientras tanto, Humberto Acuña ganó la presidencia regional. Un año más tarde, en las elecciones generales de 2011, APP integró la Alianza por el Gran Cambio liderada por Pedro Pablo Kuczynski, y Richard Acuña (hijo de César) fue electo congresista.

Si bien en 2014 el partido no pudo conservar el municipio de Trujillo, César fue electo presidente regional, Humberto fue reelecto en Lambayeque y APP fue el partido que ganó más provincias a nivel nacional, tal como ocurrió en 2010. Al igual que en la década de los sesenta, la apertura política generada por un nuevo proceso de descentralización fue favorable para la emergencia de una agrupación política de clara base regional. En medio del auge de movimientos sin mayor organización, APP se distingue por contar una infraestructura partidaria concentrada en Trujillo, que se ha ido expandiendo por el norte del país gracias a los recursos provistos por el Consorcio Universitario propiedad de los Acuña (Barrenechea, 2014).

Pero la disponibilidad de recursos en sí misma– aunque una condición necesaria – no resulta suficiente para explicar la inversión en construir una red clientelista y nutrir de financiamiento a un número significativo de políticos en distintos niveles de gobierno ¿Por qué invertir en formar un partido con todo lo que ello implica? Nuestra respuesta es que la persistencia del APRA en la región (altamente competitivo en La Libertad hasta 2010) impulsó a César Acuña a construir una organización capaz de hacerle frente en la región, potenciando el antiaprismo de los sectores postergados del poder por la tradicional hegemonía del partido de la estrella. Es por ello que Acuña es hábil en insertarse como el “gran cambio” en relación a las gestiones apristas y mantener la rivalidad con el partido del pasaje Pizarro en los años siguientes.**

En medio de la confrontación con el APRA, los comités partidarios se multiplicaron rápidamente, especialmente en los barrios periféricos de Trujillo. Desde la década de los ochenta, la ciudad es el polo receptor de migrantes internos más importante del norte del país, en su principal medida de Ancash y Cajamarca, de donde son originarios los Acuña. En lugares como Alto Trujillo – un centro poblado en el distrito de El Porvenir – no solo surgieron los comités de APP sino sobre todo nuevas escuelas de la Fundación Clementina Peralta de Acuña (la cual auspicia escuelas para niños en edad pre-escolar) y comedores populares financiados por el partido. Si en el altiplano de los sesenta los Cáceres gestionaban – a través del Parlamento y el gobierno local - la creación de escuelas y programas de fomento, los Acuña tejieron desde mediados de los dos mil una red clientelista en la costa norte gracias a los recursos derivados del negocio de la educación superior.

Las universidades: Néstor Cáceres y César Vallejo

Si la apertura de los espacios de poder en la periferia y la existencia de oposición política (los hacendados en Puno y el APRA en La Libertad) auspiciaron el surgimiento de organizaciones partidarias en un contexto de rápido cambio social, las demanda por educación superior en ambas regiones (y contextos) brindaron un importante soporte organizativo.

Desde el inicio de su gestión local, los Cáceres realizaron gestiones para el funcionamiento de una institución universitaria en Juliaca (en un principio se intentó contar con una filial de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, donde estudiaron los hermanos Cáceres). El proyecto – ideado por Néstor (fallecido prematuramente en 1968) – tenía como objetivo la formación de profesionales identificados con la ciudad y responder a las demandas de educación de la población campesina migrada al centro económico del departamento. Luego de varios años, y ante el fracaso de establecer una sede de la UNSA, en 1981 se fundó la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez (UANCV) que empezó a funcionar en un local cedido por la municipalidad en el Centro Comercial N° 2.

Aunque formalmente se conformó una Comisión Organizadora, el proyecto universitario estuvo dirigido y sostenido por los Cáceres. Luis, que era alcalde en ese momento, brindaba desde la municipalidad los recursos financieros mientras sus hermanos Roger y Pedro gestionaban la ley de creación desde el Congreso. Al igual que la Universidad César Vallejo años después, la UANCV, funcionó como una suerte de organismo de apoyo del partido, donde los estudiantes eran integrados como nuevos militantes y los cuadros políticos encontraban un puesto de trabajo. Asimismo, permitía contar con recursos para el trabajo político del FNTC, constituyendo un espacio central en la política departamental. 

Si bien el partido de los Cáceres desapareció a fines de los noventa, la universidad se convertiría en el lugar de articulación de los ex militantes del FNTC (Vilca, 2014). El actual gobernador de Puno, Juan Luque – vinculado al partido en su juventud - fue rector de la UANCV durante diez años, y allí construyó una imagen de administrador eficiente.

César Acuña ha potenciado el modelo concebido por los Cáceres Velásquez. A través de la Universidad César Vallejo (centro del Consorcio que incluye la Universidad Autónoma y Señor de Sipán) APP cuenta con una estructura burocrática permanente que articula sus programas de asistencia social, además de servir como fuente del empleo para los cuadros de la organización. En 2010, al menos cinco de los candidatos distritales en Trujillo habían sido trabajadores de la UCV (Zavaleta, 2014:131). Esto ha brindado a APP una considerable ventaja en las elecciones subnacionales (incluido los centros poblados, donde es el partido más activo). Como ha demostrado Rodrigo Barrenechea, APP tiene un mejor desempeño electoral allí donde existe una sede del consorcio de los Acuña. De acuerdo con el autor, 30% de los candidatos a alcaldes provinciales que postularon en regiones con una sede universitaria fueron elegidos en las elecciones de 2014, una taza de efectividad altísima.

En suma, ambas universidades funcionaron como soportes partidarios. Sin embargo, aunque privadas, la UANCV es administrada por una asamblea mientras que la UCV funciona como una empresa familiar, lo que permite una mayor discrecionalidad en el uso de sus recursos. Resultado de la liberalización de la educación universitaria de inicios de los noventa, el Consorcio cuenta con sedes en siete regiones, una ventaja importante para ganar gobiernos locales fuera de su ámbito inicial y construir una candidatura nacional.

¿Surgir desde lo local?

Hasta la fecha, ninguna autoridad electa en los niveles subnacionales de gobierno ha logrado triunfar en la política nacional. Los Cáceres fueron la expresión más persistente de esta estrategia, pero no lograron sobrevivir a la “década de la antipolítica”. Electo congresista junto a su hijo Roger Luis en el 2000, Luis Cáceres fue parte de los congresistas tránsfugas que pasaron de la oposición al oficialismo fujimorista por una suma de dólares. Representantes de la elite antioligárquica sureña (en términos de Alberto Vergara) terminaron sus sueños de alzarse en las grandes ligas de la política nacional en la oscura salita del SIN. A pesar de que fueron recurrentes candidatos a la presidencia (Roger en tres oportunidades y Luis en una) ninguno de los hermanos superó nunca el 2% de los votos.

Así, Luis Cáceres Velásquez forma parte de la lista de autoridades locales que candidatearon a la presidencia sin éxito (donde también se encuentran Luis Bedoya, Alfonso Barrantes, Ricardo Belmont, Federico Salas, Alberto Andrade y Luis Castañeda). Aunque el resultado final de la candidatura presidencial de César Acuña está por definirse, este cuenta con una ventaja competitiva importante respecto a aquellos que, como los Cáceres, intentaron surgir desde la gestión local en años anteriores: abundancia de recursos. Todo apunta a que el líder de APP repetirá la estrategia de posicionamiento que le permitió crecer en el norte del país, nutriendo de capital a una serie de independientes (posteriormente fidelizados) y utilizando la universidad como motor de movilización electoral. “Jales” y “plata como cancha” parece ser la fórmula.

Pero acaso en las elecciones presidenciales los recursos económicos – aunque necesarios – no sean suficientes para ganar el corazón de un electorado profundamente insatisfecho con la oferta política. Al igual que durante su primera incursión local, cuando se mostró como el cambio en relación a las gestiones apristas, Acuña requiere un discurso que vaya más allá de la “raza distinta”. Consciente de ello, su equipo de campaña parece estar apuntando a su condición de migrante provinciano que enfrenta el reto de llegar a la política nacional. Esta puede ser una imagen poderosa. Como comentaba un amigo puneño residente en Lima sobre las pintas a la entrada de la capital que rezan “Acuña llega a Lima”, “¿cómo no identificarse? Todos hemos llegado a esta ciudad alguna vez.”


* Agradecemos las ideas iniciales de Alberto Vergara y Javier Torres.

** El desarrollo de este argumento se encuentra en el libro “Coaliciones de Independientes. Las reglas no escritas de la política electoral” capítulo 4 “Partidos regionales emergentes”.


BIBLIOGRAFÍA

Barrenechea, Rodrigo
2014 Becas, bases y votos. Alianza para el Progreso y la política subnacional en el Perú. Lima, IEP 

Calsín, René
2001 Bodas de Diamante Provincia de San Román. Juliaca, símbolo de integración, trabajo y desarrollo. Juliaca. Municipalidad Provincial de San Román y Xullaka Editores. 

Diez, Alejandro
2003 Elites y Poderes Locales. Sociedades regionales ante la descentralización. Lima. DFID y SER. 

Rénique, José Luis
2004 La batalla por Puno. Conflicto agrario y nación en los Andes Peruanos 1866-1995. Lima. CEPES, IEP, SUR. 

Vilca, Paulo
2014 La persistencia de la política. Tesis para optar el grado de Magíster en Ciencia Política y Gobierno. Pontificia Universidad Católica del Perú. 

Vergara, Alberto
2014 La danza hostil. Poderes subnacionales y Estado central en Bolivia y Perú. Lima, IEP 

Zavaleta, Mauricio
2014 Coaliciones de independientes. Las reglas no escritas de la política electoral. Lima, IEP